Es díficil arrancar un libro. He tenido severos problemas desde el guardado de cambios, hasta discos duros quemándose. En sincronizada con soltar lo atascado, lo que no sirve, lo del miedo, guardar por miedo, voy contrariada. Tengo retazos de papelitos y cuadernillos y hojas de cuadernos, alguna hoja de agenda, donde anoté algo que me pareció un sentimiento genuino que necesitaba sacar de mi mente, pero también una circunstancia sobre la que quería escribir, algo que me sonaba interesante en una conversación de colectivo, en una llamada telefónica, en el sonido y los colores de una escena. Escribir es soltar pero también es recordar. Soltar porque quizá logro escribir, cual canal fluído, todo lo que se me viene a mente por unas horas, y luego, sin correcciones, lo envió al infinito. Que lo lea a quien le llegue, que interpreten lo que les sirva, o lo que puedan según sus aprendizajes de vida, o que no llegue a nadie, no es mi pregunta, ni el porqué lo hago. Yo sólo quiero lograrl
Cosas que escribe un jazmin mientras, plantado al sol, busca algo más de qué vivir.